El “NO credo” de los pies de plomo
Ahora que soy mayor…
NO creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. NO creo que Jesucristo, fuese su Hijo, NI Nuestro Señor, NI que fuera concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Es que NO me lo creo. Simplemente. Y NO creo tampoco que decir esto libremente deba señalarme. Ni a mí, ni a nadie. Porque somos muchos los que NO nos lo creemos. ¿No es verdad?. Es verdad. Voy a intentar escribir este “NO credo” con pies de plomo para estar seguro de ser objetivo y no mentir en nada.
Hay ignorantes que piensan que las religiones no son más que algo hecho por seres humanos para manejar a los demás manteniendo vivo un sistema de recaudación y de poder. Sí, muchos ignorantes piensan eso. Y muchas personas muy, muy, cultas piensan exactamente lo mismo que estos ignorantes. Yo, obviamente, desconozco si es verdad o es mentira, y no me considero ni culto ni ignorante. Preferiría que fuese mentira, porque si fuese verdad las religiones serían una gran estafa, seguramente la mayor estafa que ha existido, y por tanto ocultarían entre sus robustas paredes a muchos estafadores. Tampoco conozco yo las diferencias entre unas religiones y otras para poder compararlas en este sentido, especialmente porque ya no me interesa conocer ninguna de ellas. Quizás algunas sean efectivamente un engaño colosal, quizás otras no. Quizás todas, unas más que otras, lo sean. O quizás ninguna, yo no lo sé. Lo que a mí me gustaría es que las personas sean libres de creerse o no creerse lo que le dicen las religiones. Y no hay libertad si te presionan para conseguir que creas en lo que te dicen. Por la parte que me toca, yo me he relacionado con el catolicismo. ¿Por qué? Porque era la religión que había en el lugar en el que mi madre me parió. Si me hubiera parido en otro sitio me hubiera “topado” probablemente con una religión diferente. Pero en general te toca la religión que te toca. Y por lo que yo recuerdo, hasta que tuve cierta edad en la que razoné por mí mismo y me auto declaré agnóstico, pienso que sí fui sometido a presión por los sacerdotes, por las monjas, y por una sociedad asustada incapaz de mostrar dudas religiosas por miedo a expresarse libremente. A mí, que era un niño aún capaz de creerme que existía Peter Pan y Campanilla, religiosos y religiosas me decían muy en serio que había un ser que lo podía todo, que me vigilaba, que veía lo que yo hacía me metiera donde me metiera, que me mandaba cosas, y hasta me forzaban a memorizar sus mandamientos, imposiciones de ese ser que además me iba a castigar si no obedecía, y que todo eso tenía que creérmelo porque si no me mandaría a un sitio malo, un lugar horrible, en vez de enviarme a un lugar bueno que es donde iban los que sí le obedecían. Infierno versus cielo. Esto nos decían entonces a los niños en España los religiosos en los colegios y en las catequesis. ¿Me lo estoy inventando? A mí me lo decían. Y eso ¿no es presionarte? A personitas capaces de tragarse que los Reyes Magos pueden repartir juguetes a todos los niños del mundo en una sola noche. Que sí, que sí, que eran otros tiempos y todo eso. Pero vamos, que los Beatles ya existían ¿eh? Y hasta se habían separado después de diez años cantando juntos. Tenías que creer sí o sí, o en caso contrario, alguien se encargaba de recordarte que ibas “por mal camino”. Te hacían decir una y otra vez que tenías fe y creías en Dios para evitar alguna que otra regañina, lo que supongo que era otra forma más entre las habituales para mantener los nudos hechos y bien apretados. Desde chicos nos han enseñado el credo como la oración cristiana que todos conocemos. Incansablemente nos han invitado a repetirla una y otra vez hasta conseguir que la aprendiéramos, y a muchos hasta nos han obligado a memorizarla de principio a fin si no queríamos suspender una de las asignaturas obligatorias en aquel momento, la religión. Obligatoria. ¿Obligar tampoco es presionar? A mí me examinaron muy seriamente. Si me lo sabía era aprobado. Si no me lo sabía era suspenso, y ese resultado implicaba un peor expediente académico para mí a todos los efectos. Oficialmente. Legalmente. No sólo eso, sino que suspender la religión suponía un “stop absoluto”, ya que si no aprobabas esta asignatura no podrías llegar nunca al instituto. Ni ser médico o arquitecto como papá. ¿Esto tampoco era presionar? Quizás los “examinadores de oraciones a Dios” pensaban levantar la mano a la hora de la verdad, pero cuando yo era niño y me asustaba suspender, nunca dijeron nada de ser flexibles si no llegaba a sabérmelo del todo. Así aprendimos muchos a “hablar con Dios”, y de esa forma tan libre le decías al Señor de memoria, con comas y señales, lo que los “maestros de reli” te dictaban. Así de espontáneo. Y si en religión sacabas más nota que otro pues tu expediente académico global ya era un poco mejor que el suyo. ¡Qué se hubiera estudiado mejor el credo! En mi caso concreto me ayudó a “ser mejor” que otros, porque me lo aprendí muy bien y saqué “sobresaliente”, sobresaliente por el lado bueno claro, que hoy en día sobresalgo por el malo, porque he hecho verdaderos esfuerzos para que se me olvide y lo he conseguido. Supongo que por eso ahora debo “ser peor” que otros y no mejor como antes.
Bueno, aquello pasó, aunque tampoco hace tantos, tantos, años. Por mucho que algunos quieran, las religiones todavía son creencias, no evidencias demostradas. Y personalmente me parece mal que exista presión para convencer a los niños de cosas que algunos ignorantes creen que son ciertas, y también cultos, mientras otros tantos de los dos tipos piensan que son una mentira bien gorda. “Dejen que los niños se acerquen a mí” es lo que dijo Jesús de Nazaret, pero nada de “achucharles sin parar hasta que estén de mi lado”.
Miguel Ángel Chapó
