El cochecito del día a día
9 de agosto de 2024
¡Qué le den!.
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¿Qué estás buscando?

No tenía claro si quería llegar al final o no. Cierto que todo ese esfuerzo me iba a proporcionar mucha satisfacción, pero por otro lado, conseguir por fin la dulce recompensa iba a terminar con el placer de seguir haciendo aquello que tanto me gustaba. Y no quería que se acabara porque estaba disfrutando haciéndolo, pero sí deseaba gozar con el intenso final. Era confuso y contradictorio, pero mientras tanto yo seguía y seguía. Todos mis músculos contraídos y mi sudoración en aumento por mis movimientos y por el calor que hacía.

¿Qué estás buscando? No leas más.

Decía mi madre que aquello no era cosa de chicas educadas y finas cuando le confesé que me lo hacía cada día. Y menos de señoritas monas como yo, tan jovencita, y con ese tipazo de medidas perfectas. Mis caderas estrechas sobresalían ligeramente, lo justo, en perfecta consonancia con mis pechos. Ojos y labios de viciosa según me habían dicho. Allí tumbada sola bocarriba sobre la sábana de mi cama, controlando mis latidos, el aire de mis pulmones y el sudor. Y mis movimientos.

¿Qué estás buscando? No leas más.

Retorciéndome. Conllevando la fatiga que me producían los movimientos de mis manos, sobre todo la derecha. Esos movimientos que tenían que seguir hasta el final. Tragué saliva y humedecí mis labios con la punta de la lengua para evitar que se secaran por respirar jadeando y con la boca abierta. Separados, mojados. Se tocaban ocasionalmente mientras yo me apretaba y contraía mi abdomen. Mi camiseta corta de tirantes se había arrugado con el movimiento, y mi ombligo estaba al aire. Me miré hacia abajo y vi la piel de mi vientre descubierta, brillando empapada en sudor, subiendo y bajando con la respiración al ritmo que marcaban mis manos.

¿Qué estás buscando? No leas más.

Mi cuerpo entero estaba cada vez más mojado por el sudor. Mi camiseta ya empapada se había pegado a mis pechos, y sólo se mantenía seca su tela blanca en un triángulo entre ellos porque allí quedaba hueca. Se tensaba y destensaba cada vez que mis pulmones se llenaban y vaciaban de aire intentando aliviar mi fatiga. Quise estirar con la mano izquierda de la tela para separarla y notar frescor, pero en lugar de hacerlo acabé instintivamente masajeando mis pechos para darme más placer.

¿Qué estás buscando? No leas más.

Y toqué y toqué mis pechos presionándolos por distintos sitios, dibujándome las areolas con la punta de un dedo y estimulando mis pezones mientras mi otra mano continuaba con sus movimientos rítmicos y rápidos allí abajo entre mis piernas. Miré como me tocaba alrededor de la vagina y dentro de ella. Notaba endurecido mi clítoris entre dos dedos y deseaba esa presión más y más. Noté momentáneamente un aumento intenso de placer y pensé que ya me corría, pero no fue así. Y continué tocándome y tocándome, disfrutando y disfrutando. Un gemido escapó de mi boca y los muelles de la cama hicieron un ruido. Temí que mi madre pudiera escucharme y miré de reojo hacia la puerta, pero no dejé de frotarme para seguir disfrutando más. No quería que me pillara antes de correrme.

¿Qué estás buscando? No leas más.

Controlé mi respiración y mi esfuerzo por no dejar de sentir ese placer que iba aumentando tanto. Miré mis pies. Juntos a media cama atrapados por la bragas en mis tobillos. Y mis rodillas tan separadas. Mis dedos se movían cada vez más rápido a lo largo de mi clítoris, cada vez más duro. A lo largo, haciendo círculos, apretándolo. Más y más rápido. Noté cómo escurría líquido entre mis dedos. El placer aumentaba y aumentaba. Respiraba más y más rápido. Me empezaba a faltar el aire. Me venía, me venía. Todo mi cuerpo se movía ahora a la vez. Quería llegar. Y estaba llegando. Respiré como pude. Respiré. Respiré. Llegaba. Llegaba. Noté que mi cuerpo entero se contraía. Dejé de tocar mis pechos con la mano izquierda para ponerla sobre mi vientre, y lo presioné con fuerza a la vez que me retorcía de gusto con todos mis músculos apretados y dejando de respirar. Dos segundos sin aire. Y gocé de esa intensa sensación y tensión a través de mí, penetrante desde mi clítoris que seguía atrapado entre mis dedos, fundiéndose algo por dentro hacia mi vagina y mi abdomen. Me sentí un momento flotando en el aire, y me relajé. Suspiré. Era hora de respirar otra vez y descansar medio desnuda sobre mi cama.

Mira que te he dicho cinco veces que no leyeras más. ¿Por qué lo has hecho? ¿Qué estabas buscando? Ahora no me irás a echar a mí la culpa por escribirlo. A ver si lo que pasa es que te gustaba. Si estás a favor de la literatura erótica comprendo que hayas leído hasta aquí. Pero si estás en contra… no lo entiendo. Quizás algunos lectores odian los relatos calientes para los demás, pero no para ellos mismos. ¿No será que quieren censura para los ojos de otros, pero no para los propios? Para mí la libertad siempre va por delante. No comprendo ningún tema tabú ni prohibiciones en la comunicación entre las personas. Y al final la literatura va de eso, de comunicarnos entre las personas. ¿Nos vamos a prohibir contarnos ciertas cosas los unos a los otros?. Yo no te lo digo, tú no me lo cuentas… Si no te gusta la literatura erótica la solución es sencilla. No la leas. El autor te lo ofrece, y eres tú quién puede aceptarlo o rechazarlo. Pero deja que cada uno escriba y lea lo que quiera. A veces parece que no hay problema con transmitir sentimientos de rabia o de envidia en las novelas, nada que objetar en descripciones súper detalladas sobre violencia, asesinatos, sobre codicia o rabias entre personas. ¿Qué problema hay en describir aquello que nos produce individualmente excitación, deseo, placer y satisfacción?

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