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El “co co co come-co-cos”.

Ahora que soy mayor…

No deberíamos tratar las llamadas “relaciones tóxicas” a la ligera. Es un tema muy serio. Toda toxicidad lo es. Y no podemos hablar de ello alocadamente y sin pensar, por inercia, porque queda chulo decir esto o lo otro. O porque impresiona más o porque así la situación parece más intolerable y le sacamos más chicha. No debemos dejarnos llevar por el empuje de una sociedad que dedica media jornada cada día a buscar carne cruda por todos los rincones para crear polémicas y tensiones. Parece que nos gusta avivar el fuego para que queme más en lugar de intentar apagarlo. Pero hay que pensar en frío para razonar bien y ser objetivo. Deberíamos apartar de nuestra mente sentencias preconcebidas que todos tenemos y cuya inercia nos enfoca casi siempre hacia una pena de muerte para la relación. Y terminar una relación no debe ser una sentencia poco meditada. En una intoxicación, de todo tipo, hay un elemento que la produce. Lo llamamos tóxico. Y hay un emisor del tóxico y un receptor. Por ejemplo, la Chironex Fleckeri es una medusa, también llamada avispa de mar o medusa de caja, que en sus numerosos tentáculos de más de medio metro de longitud produce un tóxico. Es el emisor del tóxico. En sí es un veneno mortal, porque puede ocasionar sin más una parada cardiaca en pocos minutos. La persona a la que pica esta medusa es el receptor del tóxico y puede morir de forma prácticamente inmediata. Está claro que interesa separarla de los seres humanos. Y también hay otros tóxicos, como el alcohol, que igualmente llega a producir la muerte pero podemos manejarlo y hasta nos gusta lo que obtenemos de él. Nadie quiere una gastritis, pero sí la euforia. Nadie quiere una cirrosis, pero sí desinhibirse. ¿Separamos el alcohol de las personas?. No. Regulamos nuestra relación con el tóxico, que nos produce cosas malas, pero que también nos aporta otras que nos gustan. Las relaciones toxicas en la pareja no son muy diferentes al caso de la avispa de mar o al del alcohol. Y pueden ser mortales para la relación en algunos casos, pero no siempre. En otros se puede manejar la toxicidad y permitir, aun a pesar de todo, obtener más cosas buenas que malas. Que compense o no es lo que hay que valorar.

En las relaciones sentimentales hay muchos tóxicos. Muchos. Siempre los hay. Siempre. Los “tóxicos” son los comportamientos de una de las personas de la pareja que producen cierta angustia, más o menos intensa, en la otra. Puede que esa forma de actuar que “intoxica” a ésta última, sea realmente una actitud intolerable según la mayoría social, y que consideremos normal que el compañero o compañera sentimental se angustie. Aunque también puede ocurrir que ese comportamiento según el criterio general no tenga tanta importancia, pero que sin embargo produzca malestar en una parte de la pareja porque es excesivamente sensible. Y si produce ese malestar a esta persona, también es un “tóxico” para la relación y para ella, por muy sensible que sea y aunque carezca de importancia para la opinión de la gente. La mayoría siempre opina, juzga, y frecuentemente, se equivoca. Seamos cautelosos. No tiremos a nadie al pozo demasiado rápido porque a lo mejor no podemos rescatarlo a tiempo.

Al final, parece que es la sociedad la que quiere decidir si una relación es tóxica o no, generalmente culpando a uno de la pareja de ser un borde o un desconsiderado, y a otra como la victima pobrecita que no tiene ninguna culpa. Y eso no es así. El estereotipado de tío duro y machista malvado que tortura a inocente linda jovencita es muy simplista, y no refleja la realidad en la mayoría de los casos. Son incontables e inimaginables los escenarios que pueden desembocar en una relación tóxica. Sorprenden con frecuencia.

¿Es siempre una relación tóxica cuando uno tiene conductas horribles hacia otro? ¿Lo es porque los comportamientos normales de un persona, incluso bien intencionada, produce en su compañero una mala interpretación y le siente mal? ¿Sería una relación tóxica si mis propias actuaciones con la otra persona me angustian a mí mismo y, aunque a ella no le molesten, no puedo evitarlas y me duele? ¿Puede ser inventada, incluso inconscientemente, cierta toxicidad en una relación porque buscamos una excusa para separarnos de una persona con la que simplemente no queremos estar? ¿Es una relación tóxica si ese malestar es aceptado y querido por ambas partes de la pareja en un cierto ambiente de masoquismo? ¿Puede el exceso de buenos detalles producir toxicidad entre dos personas que se quieren? ¿Y dónde empieza el exceso?

Nos podemos confundir fácilmente. El tema no es sencillo. Hoy en día, ante cualquier historia que conlleve cierta tensión entre dos, salta el resorte de las opiniones fáciles y… ya está, es una relación tóxica y deben separarse. El “co co co come-co-cos” del cacareo en el gallinero no sólo no ayuda, sino que además enreda, encoleriza e irrita. Perjudica. Debemos tener cuidado con lo que opinamos porque podemos hacer daño a quien nos escucha. Esto da mucho, pero mucho, de qué hablar. Tiene una cola muy larga. Escribiré bastante sobre relaciones toxicas a lo largo del tiempo porque el tema lo merece. Si una relación resulta agobiante o molesta, por el motivo que sea, es muy recomendable consultar a un terapeuta de pareja. Sabrá ordenar la situación y nos ayudará a verla con mayor claridad. Quizás la solución sea fácil, o puede que imposible. Pero siempre tendremos una mejor orientación, un consejo más objetivo y mejor fundamentado.

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